Ella se ha sentado delante del espejo,
mira como reflejo de un largo camino
una dura vida plagada de angustia y caos.
Ha cerrado los ojos y esto ha provocado
en ella un estado de cólera imparable,
volviendo a mirar al espejo y tras unos
minutos de desierto profundo, ha captado
una imagen. Empieza a recordar años
mejores, años en los que su evolución
se encontraba al margen de los problemas
que hoy sostienen cada pedazo de sus días.
Ella se ha sentado delante del espejo
y tras dejar caer mil lágrimas al suelo
piensa en iniciar una nueva vida, ha
pensado en renovarse, en comenzar a
volar, separarse de la eterna humanidad
que la sostiene y disolverse en el aire.
Pero le ha llegado un recuerdo, ya lo
intentó aquella noche de otoño y
sabe que si cumple sus sueños
la persona que la posee desaparecerá
por completo.
Ha decidido quedarse, prefiere
sufrir como lo ha estado haciendo
durante años ha quitar sin permiso
alguno las experiencias que todo
ser humano debe pasar.
Prefiere no llegar alto y lanzarse a
la cumbre y seguir siendo una modesta
alma que vive por la lucha hacia
una eterna felicidad.
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