lunes, 10 de octubre de 2011

Dos estrellas extinguidas


Y si pudiera congelar el tiempo y volverme cenizas
Y deshacerme cuando sople el viento,
que nadie sabe donde habita.
Y si pudiéramos ser algo más que polvo y energía
La luz de dos estrellas extinguidas.
Si no fueran nuestros sueños pesadillas.
Y todos los deseos utopías,
volvería en un acto total de rebeldía.
Y ahora que rodamos por el suelo,
voy sintiendo que volvemos al comienzo.

Soledad

Eterno, eterno el tiempo que atraviesa la vida.
La vida, vacía y eternamente sola.
Sola, ante un indefinido y cruel mundo que sangra
a ras del suelo tu debilitada alma.
Sola y húmeda, húmeda por las miles de lágrimas
nocturnas que derrochan tus pestañas hasta
desvanecerse en la nada de un etéreo espacio.
Silencio, vacío interior que refleja un presente
incierto.
Un presente inútil y perdido, indefenso, frágil,
que desiste a un futuro perfecto.
Eterna, fustigante y monótona soledad.
Soledad que persiste y aumenta, se reafirma y consolida.
Nunca, nunca desaparece.
Perfecta, la ironía de un silencio innecesario.
La necesidad de un inmenso aplauso que te transporte al paraíso.

Y así acabar con las palabras, y destrozar el espacio,
recordar las auténticas sílabas de un ser que disfrazó
su corazón durante años. Por creer en la magia, por
pensar que algún día todo cambiaría.